Aquel olor me gustaba, me cautivaba... me recordaba a verano, a días intensos, llenos de alegría, cansancio, nerviosismo... aquel olor me transportaba a las mañanas de
domingo cuando el calor nos obligaba a prescindir de las chaquetas de punto que tanto le gustaba vestirse a mi madre. El aroma era comedidamente más complejo. Cada vez, involuntariamente, respiraba, me sentía feliz, ¿feliz por respirar? No, yo creo que me alegraba de haber vivido tantas cosas en aquel lugar. Intentaba hacer un recuento de las veces que aquella fragancia salada me había acompañado en mis ratos tristes, consolándome y dándome fuerzas para ver un camino más bonito que el que aparentemente yo veía empañado. Ratos de mucha satisfacción. Momentos de cansancio y rendición. El perfume salado era la base simple de mis fuerzas de continuidad. Los cantos de las gaviotas en pleno mes de agosto a las cinco de la tarde cuando las grandes barcas de pesca llegaban al
muelle, la fragancia dulce del mar caliente inundaba plácidamente con una ligera hedor a pescado de las barcas que no llegaba al punto de desagradable. Me podría pasar una eternidad escribiendo sobre mis vivencias, con el olor a sal del mar de Tarragona, pero raramente, prefiero dejar que la tinta se agote, e intentar volver a respirar, para poder oler más ratos intensos, a la orilla azul, para escribirlas para
al olvido.
domingo cuando el calor nos obligaba a prescindir de las chaquetas de punto que tanto le gustaba vestirse a mi madre. El aroma era comedidamente más complejo. Cada vez, involuntariamente, respiraba, me sentía feliz, ¿feliz por respirar? No, yo creo que me alegraba de haber vivido tantas cosas en aquel lugar. Intentaba hacer un recuento de las veces que aquella fragancia salada me había acompañado en mis ratos tristes, consolándome y dándome fuerzas para ver un camino más bonito que el que aparentemente yo veía empañado. Ratos de mucha satisfacción. Momentos de cansancio y rendición. El perfume salado era la base simple de mis fuerzas de continuidad. Los cantos de las gaviotas en pleno mes de agosto a las cinco de la tarde cuando las grandes barcas de pesca llegaban al
muelle, la fragancia dulce del mar caliente inundaba plácidamente con una ligera hedor a pescado de las barcas que no llegaba al punto de desagradable. Me podría pasar una eternidad escribiendo sobre mis vivencias, con el olor a sal del mar de Tarragona, pero raramente, prefiero dejar que la tinta se agote, e intentar volver a respirar, para poder oler más ratos intensos, a la orilla azul, para escribirlas para
al olvido.
Muy bonito
ResponderEliminar-Manolo-
hola Marina, me identificó con las senssaciones que describes. El mar tiene un gancho especial y para aquellos que hemos sucumbido a su encanto cuando vamos a otro lugar lo añoramos. Salva.
ResponderEliminarGracias Manolo.
ResponderEliminarSalva tienes toda la razón una tierra junto al mar es especial y cada una diferente y unica!